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lunes, 6 de junio de 2011

Entreno extremo en cuestas - Chilkoot Pass






No soy un ávido lector de asuntos atléticos o deportivos. Hace más de un año leí un libro titulado “Entrenamiento de maratón para principiantes”  escrito por tres autores que tenían un método para terminar la carrera  y unos meses más tarde cayó el famoso libro de Murakami. Con la lectura de blog carreriles tan ilustres como los que están a la izquierda tengo cubierta la  información que necesito, que desde luego no debe ser ni prolija ni exhaustiva. No obstante sí tiendo a asociar otras lecturas al mundo carrerístico por comparación o como es el caso por supervivencia.


Cuando el 2 de Julio de 1897 el Excelsior llegó al puerto de San Francisco llevando consigo 68 mineros que habían encontrado oro en las riberas del rio Klondike, tributario del Yukon en el norte de Canadá, comenzó una de esas etapas delirantes de la historia de la estupidez, pero también de la aventura total. La información corrió como la pólvora por todo Norteamérica en lo que se hizo famosa como la fiebre del oro o también la carrera del oro (Gold rush). Recordad esas películas del oeste donde aparecen los buscadores ciegos de codicia y de furia. Para muchos de los emigrantes perdidos en el nuevo mundo fue una oportunidad salir con lo puesto y lanzarse a la gran aventura. Hay que pensar que el viaje solía empezar en California y terminaba en el Norte de Canadá, que es mucho Norte, mezclando viaje en barco y gran caminata cargado con todo tipo de enseres por caminos inexplorados y llenos de peligros y de frío. Más adelante no se debía  tomar a la ligera la correspondiente navegación en barcaza por el Yukon hasta Dawson City.







De toda la ruta uno de los tramos  más concurridos y difíciles por el efecto embudo,  era el paso del Chilkoot, montaña que está a mil metros sobre el nivel del mar y cuya senda comienza en la ciudad de Dyea (Alaska). El recorrido no era  muy largo, unos 27 kms y el desnivel nada del otro mundo, el kilómetro de subida. Sucede que en la cima de la montaña se encuentra la frontera con Canadá y a los canadienses no les hacía ninguna gracia que el personal se metiera en esas tierras a la buena de dios y  exigían, para cruzar al otro lado, llevar víveres que garantizaran la supervivencia durante un año. Todo el contenido estaba reglamentado y revisado por la policía montada e incluía alimentos, ropa y mínima equipación, pero nada de armas. El inconveniente es que los primeros años no había caminos ni animales de carga que lo transportaran. Además el peso que debían transportar era superior a los 120 kilos por persona. Llenos de ilusiones y codicia. El recorrido había que hacerlo varias veces hasta poder transportar toda la carga. Si se lograba pasar, comenzaba una cuesta abajo y más de 1000 kilómetros hasta llegar al destino supuestamente civilizado, Dawson City y aproximadamente un mes para poder hacerlo.





El apogeo de la temporada llegaba  al comienzo de la primavera, pero el primer año, 1897 y el siguiente,  se aventuraron en el mes de Septiembre para intentar llegar al rio Klondike antes de que  el invierno se echara encima. Era la lucha del hombre contra las estaciones. Las fotografías son de estas primeras expediciones donde cada buscador  se jugaba la vida por el frío, por el peso, por las avalanchas, por su propia mala salud. Era literalmente una carrera por la vida. Supongo que los que hacéis carreras de montaña veréis reflejados vuestros orígenes en esa gente cuya única motivación era hacerse ricos. Jack London hizo esta ruta y sobrevivió pero no tuvo suerte. Sus experiencias se pueden leer en el libro de relatos “Aventuras del Gran Norte”

Entre 1897 y 1899 más de cien mil personas intentaron llegar al Klondike y solo un tercio llego a su destino. De ellas se estima que alrededor de cuatro mil encontraron algo de oro pero muy pocas se enriquecieron. Algunos lo perdieron por su mala cabeza y volvieron a intentarlo. Otras acabaron hasta el gorro.

Más información en “El  río de la luz” de Javier Reverte. 




5 comentarios:

  1. La historia de la humanidad está plagada de gestas épicas e imposibles; a veces pienso que me hubiera gustado vivir en otra época menos confortable y ser protagonista de alguna aventura semejante a la que cuentas; un saludo, campeón.

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  2. Y no se quejaban. Nuestra generación está muy acostumbrada a estar sentada, a no sufrir, a no sacrificarse. Cada generación vamos a peor, más comodidades y menos esfuerzo. No defiendo que haya que sufrir por sufrir, pero hay ciertos valores que estamos perdiendo. En esta pequeña isla se iba caminando de punta a punta no hace demasiadas decenas de años, me río yo de los ultramaratonianos. Cuando se moría alguien en un pueblo perdido trasladaban un féretro 50kms a través de caminos que hoy se utlizan para hacer carrerillas de montaña con bastones y ropa técnica.

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  3. Gracias, me voy a tener que leer “El libro de la luz”. Me gustan estas historias

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  4. Gracias por esta información. Desde luego que los tiempos que corren hoy en día no tienen nada que ver con aquellos. Ahora hay gente que nos mira como si estuviéramos locos por correr unos mondos y lirondos 10 kms. Esos aventureros se reirían de nosotros.
    Un saludo

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  5. Bueno y a los que llegaban ¿les daban medalla finisher? ¿que tal era el avituallamiento post travesía? ¿La camiseta era técnica o de algodón?... ;-)

    Muy interesante, puede que muchos fueran por codicia, pero otros sólo a la búsqueda de una oportunidad.

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