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lunes, 29 de octubre de 2012

Marco Olmo - Trilogía de la Montaña




Marco Olmo nació en la región calabresa de Albi en 1948. La llamada del carrerismo le llegó cuando tenía 27 años. Demasiada edad para dedicarse profesionalmente al atletismo. Además era de los que no eran capaz de correr rápido, pero si de mantener un buen ritmo durante kilómetros y kilómetros. De hecho parece que la cadencia de Marco empieza a ser demoledora pasados los setenta kilómetros. Su primer resultado destacable fue en el Marathon des Sables en 1996 cuando ya tenía 48 años. Es decir que desde que empezó a correr hasta que hizo su aparición internacional pasaron 21 años. Para los tiempos que corren 21 años es una barbaridad. Sospecho que esta es una de sus características, no tiene prisa.

La imagen de Marco Olmo es de otro tiempo, largo, flaco, desgarbado, de aspecto quijotesco y silencioso. En el año 2009 hicieron una película sobre su vida de la que solo he visto el trailer, pero me puedo hacer idea de que una de las características de la cinta, son sus silencios. Veo a Marco Olmo y me lo imagino en silencio, de ahí que cada frase sea como un gran acontecimiento. Dice, que “en cierto modo todos somos unos vencidos” y que “el perdedor que llevamos dentro está un poco en todos”, que “el día que lo deje nadie se acordará de mi” y la frase por la que pasará a la historia esa de que “corre por venganza”. Son expresiones que de una forma parecida las he leído en boca de Maradona, de Jack Lamotta o Joe Frazier. Todos ellos tenía en común que eran muy buenos en sus deportes, pero también que de niños habían conocido las estrecheces y seguramente la exclusión social de ellos o de sus familias. En definitiva sabían el significado de la palabra pobreza. Y esa es una experiencia que debe marcar. Correr por venganza. Y después el silencio. Se le ve corriendo por el campo en solitario. Su mujer, creo recordar que se llama Renata es quien le espera y sabe de sus grandes derrotas ante la vida.

Su indumentaria es de andar por casa, aunque su patrocinador es una empresa textil. A pesar de eso dicen los que le han visto que gasta pantalones o mallas raídas y zapatillas de asfalto, para correr por la montaña. Dice que con ellas va más cómodo. Su aspecto es algo completamente secundario. En los ultra trail come barritas con sabor a frutas y queso parmesano y nada más.

Entre sus logros destaca el haber ganado dos veces la que dicen que es la carrera de montaña más dura del mundo el Ultra Trail del Mont Blanc que consiste en dar la vuelta al Mont Blanc en 168 kilómetros y un máximo de casi dos días (46 horas) con 9600 metros de desnivel positivo. Marco Olmo ganó las ediciones de 2006 y 2007 en algo más de 21 horas. Para ser un vengador no está mal. Tenía 58 años, diez años después de haber comenzado a despuntar, algo solo al alcance de un auténtico superdotado físico que además sabe esperar su momento.

Renata dice “llegará el día, a lo mejor no tan lejano que deberá parar”, pero mientras tanto vemos a Marco en uno de los puestos de avituallamiento nocturno de algún trial preguntando a su mujer “¿Debo continuar o me paro?”, a lo que esta responde, “Pero qué diablos, te veo bien de piernas, que digo……muy bien.”  Se intuye el cariño que se profesa el uno por el otro, el respeto mutuo… Y se presiente un final deportivo próximo y digno para “el corredor” que nos dejará a todos un poco más vencidos. 

lunes, 22 de octubre de 2012

Carlos Soria en la ciudad - Trilogía de la montaña



Sobre Carlos Soria sabía lo justo. Que era un alpinista cargado de años que se había propuesto subir los catorce ochomiles que existen. Que en Mayo pasó algo climatológico en el Annapurna que le impidió llegar a la cumbre y que hace unos días ha vuelto a ocurrir algo parecido en el Dhaulagiri. Hasta el día de hoy lleva subidas once de las catorce cimas. La última fue el Lhotse en 2011. Nació en 1939. Este año habrá cumplido 73 años. Se puede entender que esta es una carrera contrarreloj de la biología contra la montaña. Hay más datos relevantes. En 1975 participó en la primera expedición española que ascendió un ochomil.  En 1990 logró su primer ochomil en el Nanga Parbat. De la primera cita han pasado treinta y siete años, de la segunda veintidós. Se puede decir que han pasado treinta y siete años desde la primera vez que intentó un reto de estas características. Esto es tener constancia.
Una tarde de Domingo me encontraba escuchando la radio en la que emitían una entrevista a Carlos Soria. Contó que esto del alpinismo era una afición que tenía desde muy joven,  pero que el trabajo al que se había dedicado durante toda su vida era el de tapicero. Contó que era una persona inquieta y que procuraba hacer ejercicio todos los días. También dijo que a la montaña (a la sierra de Madrid) solía ir los fines de semana y que a diario iba a correr. El día que no se movía se sentía raro. Dijo:
-    “Es verdad que los días que no hago deporte estoy algo nervioso. Mi mujer me decía, ‘sal al parque a echar una carrerita’. Por suerte el taller que tenía estaba al lado del Parque de la Fuente del Berro que es un sitio donde podía estirar las piernas.”
Tengo ese Parque al lado de casa. Iba mucho hace un tiempo. Todavía voy, pero menos.


Se había jubilado hacía diez años, había vendido el piso que tenía encima del taller, en el barro de La Elipa y desde entonces vivía, como no podía ser de otra manera en un piso cerca de la sierra.
Me dispuse a buscar el sitio donde estuviera el taller. En el google escribí “Carlos Soria tapicero”, como primera opción aparece una entrevista para la revista Desnivel y como segunda la dirección de la tapicería. ¿Que habría ahora en ese local?. Como vivo cerca, al día siguiente pasé por la puerta y me encontré con que el rótulo todavía permanece en el lugar donde tuvo el taller, tal y como aparece en la fotografía. La puerta estaba cerrada.
Nos habremos cruzado por la calle montones de veces.

lunes, 1 de octubre de 2012

La élite y otros excesos



"Que dios no te de la mitad del dolor que seas capaz de soportar"
Refrán popular.

Estos días han salido a relucir entrenamientos, atletas de élite y las disciplinas que se utilizan. Se oye  hablar de  entrenamientos porque  a la seleccionadora de natación sincronizada le han escrito un manifiesto en el que la acusan de prácticas abusivas en el desempeño de su trabajo y la ponen a caer de un burro justificándolo con ejemplos que ilustran la categoría de esta señora. No se si esto será verdad, pero justificándolo o denostándolo he leído algunas cosas.

Una de ellas es esa que dice que el deporte es saludable, pero que el ejercicio de alta competición es traumático tanto físico como psicológico. No fuerte o excesivo si no traumático. Básicamente el comentario venía ha decir que la alta competición es estrés en vena. Y pensar que mandan hacer ejercicio para rebajarlo.

Otro comentario dice que un entrenador está para sacar más de lo que uno piensa que puede dar. El entrenador conoce el refrán del encabezamiento y sabe que todavía puede sacar más.Como si el atleta fuera un pozo. Vamos por otro cubo, por otro. Aún se puede sacar más.  También se dice que el verdadero drama de los atletas es cuando son adolescentes e incluso  niños, el que tira de la cuerda del pozo no solo es su entrenador, también los padres que consienten el atropello por la supuesta gloria suya o de sus vástagos. Se habla de la frustración de algunos competidores por no poder llegar a los mínimos y el consiguiente resentimiento que genera.

Que la vida en el alto rendimiento es dura, es algo conocido.  Pero cuando te cuentan el entresijo del asunto, la dureza se puede hacer difícil de digerir. A la élite se le exige a diario y el entrenador está para recordarles, para sufrirles, que son élite, que son los mejores . También está para llevarse el jornal a casa. A veces no sé hasta que punto estos centros de alto rendimiento son algo parecido a una secta en el que mejorar la marca es la única religión.

¿Y debe valer todo? He leído en muchos comentarios, que en su disciplina cada uno marca sus límites, tanto el entrenador, como los entrenandos, prácticamente sin injerencias de los directivos. Se justifica diciendo que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos de poder soportar tanta matraca y que algo hay que hacer para cribar a los aspirantes.

No se si las declaraciones del manifiesto son ciertas, pero lo que evidencian algunas de estas prácticas es crueldad, no disciplina con las que puedo estar de acuerdo. Lo que evidencian, insisto si fuera verdad, es la existencia de una mente cruel y dañina  y no hay medalla ni mierdas que lo pueda justificar.

Y saber que la mayoría de estas prácticas son ignoradas ...